Una luz que no se apaga: Adiós al Dr. José Gerardo Valdebenito Mora :Por Mario Grandon Castro

  La muerte suele irrumpir como un ladrón silencioso, pero a veces lo hace con tanta fuerza, que el eco de su paso sacude a una ciudad entera.

Collipulli despide con dolor y profunda tristeza al Dr. José Gerardo Valdebenito Mora, un joven médico cuya partida ha dejado un vacío imposible de llenar, no solo en el corazón de su familia, de sus padres, sino en todos quienes lo conocieron, lo vieron crecer y lo admiraron por su humanidad, compromiso y vocación.

Hijo del   profesor Raúl Valdebenito y Profesora  Gladys Mora —docentes de alma y formadores de generaciones en esta ciudad—, José Gerardo fue el reflejo más noble de aquellos valores que  siempre le inculcaron con esmero: la empatía, el servicio, la honestidad, la lucha constante por hacer el bien. Desde niño mostró una sensibilidad especial, una inteligencia viva y un corazón generoso que lo distinguían. Lo vi crecer, lo conocí de pequeño, y luego, lo admiré desde la distancia, ya convertido en profesional, sabiendo que llevaba en la sangre la nobleza  y el sello indeleble de quienes se entregan sin medida a los demás.

Su vida se apagó demasiado pronto, en Victoria, donde ejercía la medicina con pasión y entrega. Tenía aún tanto por dar, por construir, por vivir… pero su legado —ese que no necesita años para ser grande— ya está escrito en las memorias de sus pacientes, en las lágrimas de sus padres, de su compañera, de sus hijos, de sus colegas, en la gratitud de quienes encontraron en él no solo un médico, sino un amigo, un confidente, un hermano del alma.

Para sus padres, Raúl y Gladys, no hay palabras que puedan abrazar tanto dolor. No hay consuelo justo ante la pérdida de un hijo. Sin embargo, es en este dolor tan profundo donde florece también la luz de su recuerdo: la imagen de un hombre íntegro, bondadoso, que caminó la vida dejando huellas de amor, respeto y vocación genuina.

José Gerardo no solo fue un profesional brillante; fue un ser humano entrañable, de esos que no pasan desapercibidos, que iluminan los espacios y que permanecen en la memoria colectiva con una fuerza que ni la muerte puede apagar. Su historia es ahora parte del alma de Collipulli, una ciudad que lo vio nacer, crecer y que hoy llora su partida con el corazón en la mano y que lo acoge en su Campo Santo.-

Que su nombre siga resonando con cariño en cada conversación. Que su sonrisa, sus gestos, su entrega, sigan vivos en los relatos de quienes lo amaron. Y que su vida, aunque breve, sea siempre ejemplo de aquello que tanto escasea: la profunda y desinteresada humanidad.

Descansa en paz, José Gerardo. Tu luz juvenil  sigue y seguirá  entre nosotros.

 

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