Durante 2021, diversas investigaciones académicas y reportes climáticos encendieron las alertas sobre los efectos visibles del calentamiento global en la zona cordillerana de La Araucanía. Los glaciares del volcán Llaima y del macizo Sollipulli, ambos en la provincia de Cautín, evidenciaron una pérdida sostenida de masa en la última década, fenómeno que ahora se traduce en disminución del caudal de ríos y mayor fragilidad de los ecosistemas.
Un informe del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) estimó que el retroceso glaciar en la región supera el 30% en los últimos 20 años, acelerándose por las olas de calor y la baja acumulación de nieve en invierno. Esto afecta directamente a comunidades mapuche-pehuenche, agricultores y sistemas de agua potable rural, que dependen de los deshielos para abastecerse.
“Este no es un problema del futuro: ya está ocurriendo y genera impactos profundos en la vida cotidiana y en la biodiversidad”, advirtió la climatóloga Carolina Zamorano, autora del estudio. En zonas como Melipeuco y Lonquimay, la escasez hídrica provocó que varias APR limitaran el suministro a horarios específicos durante el verano.
La situación también impacta en la resiliencia de las reservas naturales, como el Parque Nacional Conguillío, cuya laguna Captrén y humedales cercanos vieron reducido su volumen de agua durante la temporada estival. Esto pone en riesgo la flora nativa y especies vulnerables como el sapito de cuatro ojos y el carpintero negro.
El año 2021 cerró con llamados de urgencia de investigadores, ONGs ambientales y comunidades a revisar las políticas de conservación, garantizar la protección de glaciares como bienes comunes y mejorar la gestión del recurso hídrico frente a un escenario climático cada vez más crítico.
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