Con su libro “Filosofía y Ser Humano”, (Editorial Trayecto), el joven y talentoso profesor Felipe Mujica demuestra que se puede enseñar esta asignatura hasta enamorarse de ella

Parto por proferir mis parabienes a Editorial Trayecto al apostar por la filosofía. Y en esta ocasión lo hizo con un joven profesor viñamarino y que hoy reside en Limache -Felipe Mujica- cuyos pergaminos son sobradamente reconocidos.
En lo personal, es muy raro lo que me pasa desde que era mocoso.
Siempre me ha gustado la filosofía, pero no entiendo ni jota de ella. Lo único que les puedo decir es que nunca un ser humano está más filósofo que en sus malos ratos. ¿Se han fijado?
Hay muchas definiciones de filosofía. Yo me quedo con una de Montaigne, que decía que “filósofo es un hombre que duda”.
Ahora entiendo por qué el Ministerio de Educación ha resuelto disminuir las horas de filosofía en la enseñanza media.
Es para que los jóvenes duden menos.
Me caen bien los filósofos. Siempre tienen respuestas para dejarlo a uno pensando más allá de la cuenta y dejarlo tan descolocado como gitano en un sauna.
Una vez le preguntaron a un gran pensador si había alguna diferencia entre lo bueno y lo bello.
-Sí –dijo-, y una diferencia muy clara: que lo bueno necesita pruebas, y lo bello no.
¿A quién cree usted que pertenece esta respuesta tan brillante como lúcida?
Adivinó, amigo lector. Justamente fue Voltaire quien dio tan elevada respuesta.
Con su libro “Filosofía y Ser Humano” (Editorial Trayecto) Felipe Mujica convierte la filosofía en una
ciencia amena, con mucho de entretenida
Ya en el prefacio, el autor nos advierte que su libro tiene una finalidad muy precisa: despertar el interés por la filosofía en la gente común y corriente. ¡Y vaya que lo logra!
Mujica vivió un tiempo en España y pudo conocer a gentes de las más diversas especies. Percibió de cerca la precariedad del homo sapiens, eso que Malraux llamada la “Condición Humana” y que permite que el ser humano sea más digno de lástima que de otra cosa.
Mujica sabe lo que es la miseria moral del ser humano. Se me ocurre que de haber sido contemporáneo con Thomas Hobbes, se hubiesen entendido muy bien.
En uno de los capítulos del libro, Mujica se refiere a la filosofía de Stein, que se inspiró en el filósofo Tomás de Aquino, quien pudo cristalizar la proeza de integrar el pensamiento aristotélico con el cristiano. ¡Todo un acontecimiento!
Es como acercar posiciones entre el ventilador y la estufa.
Más adelante nos habla de Unamuno, el filósofo vasco que clamaba por la brevedad de la vida. Y nos recuerda que don Miguel siempre sostenía que para comprender el amor es fundamental experimentarlo o vivirlo en plenitud. Ello no obsta, que los mejores consejos para los enamorados provienen de quienes no lo están.
¡Otra paradoja filosófica!
Como buen filósofo, Mujica ve a los grandes pensadores como son: de carne y hueso. Y por ello se atreve a discrepar con Heidegger. Mujica disiente en que las ideas de Heidegger no deban considerarse Filosofía, pues a su juicio no hay duda que lo son. No obstante, para el autor, se trata de una mala filosofía, en el entendido que no toda filosofía es un aporte al progreso moral e intelectual.
EN SINTESIS: Un libro grato, ameno y escrito en forma pedagógica.
Imperdible.
PARRAFO ESCOGIDO:
-“…en este sentido, el mundo ideal nunca puede desprenderse totalmente del mundo experiencial y viceversa. Entonces, ¿en cuál de ellos estaría presente o se desarrollaría plenamente la filosofía? Mi respuesta, es que sería en ambos, puesto que en el mundo de las ideas puede haber tanta superficialidad como en el mundo experiencial, lo mismo en términos de profundidad”.