En 1987 conocí a Andrés Allamand en Calama. Me pidió una reunión y lo invité a mi casa, su misión
era pedirme que me integrará a Renovación Nacional y hablar sobre los desafíos democráticos que
se venían por delante. Lo recibí como el líder de la derecha liberal. Nuestra conversación giró en
torno a organizar una centro-derecha amplia, plural, democrática, de fuerte sentido social,
comprometida con la libertad, el orden y la solidaridad, favoreciendo el emprendimiento para la
generación de la riqueza.
En ese entendido me integré a Renovación Nacional, asumí el desafío de ser candidato a Diputado
en 1989, fui el único diputado electo del sector, en la región de Antofagasta. Luego, fui reelecto por
otro período. A continuación, fui electo senador de la región en dos períodos. A lo largo de más de
dos décadas fui testigo de como se desdibujaba ese proyecto original que nos convocó. La influencia
del dinero terminaba distorsionando el sentido original; lo partidista tomaba características de una
sociedad por acciones; la influencia y cargos a ocupar dependía del dinero invertido; los líderes del
pensamiento liberal mutaban a gestores del conservadurismo; lo social trastocó al servicio a los más
ricos; lo ciudadano abandonado en pro de un elitismo rayano en el clasismo; la sintonía social mutó
a una élite ajena a la realidad (endogámica), sin ninguna sintonía con la gente y hasta con un cierto
desprecio, que terminó con la explosión social de octubre (2019).
Por eso renuncié a la militancia y lo denuncié públicamente, repudiando esa derecha que confunde
los “principios” y “valores” con “precios” o “monto” en la cuenta de banco; que no distingue virtudes
de vicios; ni mérito de compadrazgo. Detrás de mi renuncia fueron muchos los que siguieron el
mismo derrotero, siempre con los mismos argumentos. Salió un importante número de Diputados,
Senadores y destacados dirigentes. Pero, al parecer, era deseable que saliera cualquiera que se
atreviera a contradecir la hegemonía de una élite cuyo interés no era el bien común. Muchos dejaron
esa militancia, pero, nunca importó ni llamó la atención de esa élite.
Es triste ser testigo del fracaso, varias veces anunciado, de un proyecto político que fue degenerando
hacia una élite ensimismada, que articuló una estructura auto-replicativa, para seguir haciendo más
de lo mismo, con los mismos. No se toleró sentido crítico ni la auto-crítica, se demandó sometimiento
y obediencia, un entorno incondicional y, en consecuencia, mediocre, sin pensamiento propio. Lo
que algunos trataron como otredad, ahora descubren que fue mismicidad, pero con sentido
autocrítico. Ahora, ya no es posible ese desprecio y desconsideración por los matices de los propios,
cuando lo que amenaza es la otredad verdadera, ese peligroso enfoque refundacional y radical, que
observamos en algunos políticos y constituyentes.
Leer la declaración de Allamand, en que anuncia: “el cierre definitivo en mi larga carrera política
nacional”, no deja de sorprenderme. Es un hecho simbólico, en la forma y fondo. Lo hace en medio
de la peor crisis democrática que recuerde la centro-derecha, con el gobierno (del que fue varias
veces Ministro y del círculo íntimo de Piñera) convertido en un esperpento político, una grave crisis
migratoria y cuando enfrentamos un complejo desafío constitucional desbordado. Resulta paradojal
la renuncia por videoconferencia, con efecto inmediato. La salida de la Cancillería, define el estado
de ánimo y compromiso con el gobierno y el Presidente Piñera. Solo cabe imaginar el papelito que
diga: “El último apaga la Luz”. ¡Querido Andrés, el desalojo de estos días es escandaloso!
Es la verificación del fracaso del estilo político, en que degeneró el proyecto del que hablamos en
los años 87-88. Sin duda, no es un cierre de ciclo feliz, ni luminoso. Todo lo contrario. No era
pesimismo, ni negativismo, como dijo un prominente de la élite de Piñera ante la denuncia de falta
de sintonía con la ciudadanía. La complicidad de un sector de la derecha política con la derecha
económica (cuya composición e influencia alcanza todos los sectores políticos) “Mató la gallina de
los huevos de oro”, por descriterio. “Se abusó tanto de la vaca lechera que se terminó matándola”.
Esta generación deja un legado cuestionable. El problema no estuvo en el modelo (exitoso en
generar riqueza) sino en la ética de quienes lo administraron.