La Sebastiana: música del campo, vida e historias desde Renaico

Oriunda del sector rural de Tolpan, esta cantautora se ha transformado en un referente musical que ha retratado el camino campesino a través de sus acordes.

Nacida en Renaico, Carmen Sebastiana Araya, artísticamente conocida como ‘La Sebastiana’, ha vivido toda su vida en la zona, específicamente en Tolpan, aunque actualmente reside en Virquenco, en Los Ángeles. Desde temprana edad comenzó a interesarse en la música y a través de este arte supo contar las vivencias del campo junto a su guitarra.

LA CAMINATA

Esta artista nació en Tolpan y alrededor de los 6 años visitó Renaico con su madre. En ese entonces cuenta que le decían “el pueblo”, no la ciudad, y había que caminar varios kilómetros desde el campo para llegar hasta su destino.

“Esos son recuerdos que quedaron anidados ahí y que me han servido mucho, no solamente para recordarlos, sino que para crear, componer y lo que hago en mi arte”, relata.

Es a través de esta clase de vivencias que La Sebastiana ha tomado inspiración para la música, con la que busca retratar las historias que se encuentra y la vida del campo, en un estilo muy similar al que caracterizaba a la ilustre Violeta Parra, quien cosechaba su inspiración de manera similar.

COPIANDO POSTURAS

Los primeros acercamientos a la música de esta artista fueron a través de su padre, Ruperto Araya, quien por las mañanas le gustaba tocar guitarra para sus retoños, especialmente los días domingo, ya que trabajaba arduamente el resto de la semana.

“Yo siempre recuerdo que mi papá nos tocaba la guitarra. Después me empezó a gustar, yo creo que tengo que haber estado en el vientre de mi mamá cuando escuchaba a mi papá tocar guitarra, porque me gustaba mucho escucharlo a él”, cuenta.

La Sebastiana explica que a raíz de esto “la curiosidad mía era que mi papá dejaba de tocar, dejaba la guitarra ahí y yo me fijaba en la postura de sus dedos. Así que la tomaba sin que él me viera, porque éramos temerosos a tocar los instrumentos porque fácilmente se quebraban, y tocaba con mucho cuidado”.

La intérprete continúa relatando “era tan niñita, tan chiquitita y trataba de poner mis deditos como mi papá lo hacía, y notaba que hacía bien los acordes. Después traté de tirar las cuerdas cuando las encontraba un poco desafinadas y trataba de dejarlas con el tono correcto. Así fui creciendo, fui aprendiendo a afinar la guitarra, pero todo esto fue un período en que los papás no se daban cuenta, pienso yo, porque a veces había distancia entre el dormitorio y la cocina, que generalmente en los campos era así la vida. Entonces sentían que yo charrangueaba la guitarra no más”.

AVANZANDO EN RENAICO

Tras estos primeros pasos, llegó una época en que no hubo una guitarra en casa con la qué practicar, pero La Sebastiana siguió buscando su camino y encontró la oportunidad de seguir con su aprendizaje donde su hermano, quien trabajaba y vivía en Renaico. Él tenía una guitarra.

Como ya había crecido un poco más, tomaba la guitarra y empezaba a ejercitar. Se fijaba en las posturas de su hermano, pero nunca le preguntó cómo poner los dedos, solo observaba y hacía lo mismo.

Otra oportunidad para seguir creciendo en la música llegó debido a que su padre invitaba a alguien para que tocara guitarra durante las actividades folclóricas, pues a pesar de ser un buen cantante y guitarrista, para los mingacos y trillas estaba ocupado atendiendo a la gente, así que traía a otro músico para que la gente bailara.

Justamente esa persona sería Don Desiberio, quien La Sebastiana ha mencionado que le encantaría agradecer profundamente, porque él le dejaba la guitarra para que ella practicara, y en sus palabras “le sacaba el jugo”.

LA COMPOSICIÓN

La Sebastiana dio el siguiente paso en su arte en torno a los 15 años, cuando ya sabía tocar su instrumento. Su cuñado fallecido le había prestado una guitarra para que se la llevara al campo y aprendiera a dominarla bien. La tuvo largo tiempo hasta que su padre le compró la suya propia.

“Mi papá se iba a trabajar, me decía en la mañana o en la tarde, si tenía tiempo, aprendiera tal tema. Eran temas que se tocaban por tercera alta, en las puras cuerdas, que es muy lindo. Yo le ayudaba a mi mamá en todo, le hacía el aseo y listo, era mi tiempo libre para irme al dormitorio a tocar la guitarra, a tener la tarea que mi papá me había dejado, pero no me decía cómo hacerlo, yo tenía que buscar la forma como ya lo había visto a él dónde ponía los dedos y los acordes que hacían. Eso lo tenía en la mente y en el día lograba sacar ese tema en las cuerdas, un poquito lento pero lo sacaba”.

La Sebastiana explica que su inspiración ha estado en las vivencias de las personas, algo que surge, por ejemplo, en cuando “escuchaba lo que mis papás conversaban, lo que conocía de la gente. Todo, las historias de las personas, me centraba mucho en eso”.

Otra de sus fuentes de inspiración son la propia naturaleza, que le sirve para componer y se transformó con el tiempo en una de sus temáticas principales. Muchas veces cantaba también sobre vivencias de los hombres, ganándose la vida en el campo, y en la tecnología de esos años.

“Me fijaba en esos tiempos cómo era el avance de la ciencia, cómo iba beneficiando y destruyendo ciertas cosas. Todo eso me ha servido para componer y hacer mis temas”, aclara.

EL CANTO DEL CAMPO

Esta es la historia de una mujer que nació y creció en la vida campesina, amando la naturaleza y su entorno. A través de su voz y guitarra, La Sebastiana supo convertirse en una artista que transmite el significado del vivir campesino por medio de su música.

Con sus obras de amor, desamor, soledad, la tecnología, la naturaleza y todo aquello que captó su atención desde sus tempranas caminatas hacia Renaico, esta destacada artista se transformó en la voz del campo que canta sus interminables historias a través de las cuerdas de su garganta y guitarra.


Esta entrevista forma parte del suplemento digital “Una Parada Cultural”, que fue financiado por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social del Gobierno de Chile y del Consejo Regional de La Araucanía.

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