Juan Cristóbal Demian: “Las utopías desprecian la realidad”

Este joven y lúcido politólogo señala que la nueva izquierda aún piensa que la libertad es una condición que se logra una vez igualadas las riquezas

ENTREVISTA DE JORGE ABASOLO

El derrumbe de los modelos prácticos construidos por el socialismo en la Europa del Este y la transformación de los socialismos occidentales en colectividades socialdemócratas que aceptan, al menos en el ámbito económico, parte del recetario que se asimila a las posiciones de derecha, hace necesario tratar de precisar el alcance de estas últimas.

No resulta nada fácil, para lo cual es menester definir con rigor litúrgico el contenido de pensamiento de derecha, por una razón muy directa y sencilla: más que una construcción intelectual, es una forma de vida, vinculada a elementos que ni siquiera son propiamente racionales.

 

Para quienes deseen ahondar en estas materias y capturar argumentos que vayan más allá de lo folletinesco, es altamente recomendable el libro “Radical Libre” (Editorial Legado, 319 páginas) de Juan Cristóbal Demian.

 

 

DEL AUTOR

Juan Cristóbal Demian es politólogo de la Universidad Católica de Chile y magíster en Seguridad, Defensa y Relaciones Internacionales de la Academia Nacional de Estudios Públicos y Estratégicos. Ha sido coautor de los libros Nueva Derecha:Una alternativa en Curso (2020) y Ruta Republicana (2021).

La piedra angular de su enfoque académico apunta a las áreas de la filosofía política y la geopolítica, orientando sus análisis a temas como el auge cultural de la nueva izquierda, la contracultura y las dinámicas de poder en el marco de la sociedad global y transnacional del siglo XXI.

 

-Es muy conocido el libro “La Democracia en América”, del pensador francés Alexis de Tocqueville.  Pienso que es un libro premonitorio. Escrito en 1835 advirtió que la pasión por la igualdad sería capaz de llevar al desprecio por la libertad. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

A mi juicio el choque entre igualdad y libertad, que quedó firmemente establecido desde la Revolución Francesa, producto del pensamiento socialista de Jean Jacques Rousseau, es uno de los dos grandes problemas de lo que podemos llamar el dilema de la Modernidad. El otro problema asociado tiene que ver con el progreso, ¿cuáles son los límites del progreso absoluto? ¿cómo lo medimos? ¿será toda la humanidad capaz de beneficiarse del progreso?

Precisamente a esas preguntas es que liberales como Tocqueville buscaron responder desde el punto de vista ético de la superioridad de la libertad, una visión optimista que confía en que el hombre va a saber solucionar todos los problemas y necesidades que le depare el futuro teniendo libertad para ello; mientras que los socialistas exigen que se defina de forma absoluta cómo serán los mecanismos que aseguren que sí o sí la igualdad económica será alcanzada, sin importar el costo de lograrlo, y son pesimistas respecto de que la libertad pueda ayudar a la humanidad. Los socialistas y comunistas creen que la libertad es una condición que se gana después de igualar las riquezas, los liberales (y también los conservadores) consideran que la libertad está dada con el simple hecho de nuestro existir.

Yo considero que detrás de todo ese dilema se encuentra la idea de si somos capaces o no de aceptar la desigualdad como una condición de la existencia. Si no somos capaces de aceptarlo nos estrellaremos eternamente contra una pared, ya que la realidad profunda, las leyes de la naturaleza, no se deshacen por nuestro capricho. Cuando aceptamos la desigualdad existencial tenemos una mayor lucidez para ayudarnos a nosotros mismos y a otros.

Jordan Peterson nos recuerda que tanto en las antiguas epopeyas como en el sacrificio de Cristo encontramos la sabiduría fundamental: el dolor de la vida es inevitable a la hora de fortalecernos para cumplir nuestro cometido en la vida. La libertad en ese contexto es nuestro discernimiento para obrar mejor día a día, y en ese sentido el dilema entre igualdad y libertad se equilibra, en la humildad de que la realidad tiene su dinámica imperturbable. Si no somos capaces de ello y rehuimos de la realidad, el igualitarismo seguirá siendo una pseudo-religión que llevará a muchos a sacrificar su libertad.

 

CONTRADICCION

-En grandes artistas como Roberto Matta, Pablo Neruda o García Márquez brilla un gran sentido de libertad creativa. Sin embargo, al momento de hacer una opción política eligieron caminos contrarios a esa libertad. ¿Cómo se explica esa antinomia?

Desde fines del siglo XIX muchos artistas (no todos) empezaron a ser profetas de un fatalismo y un pesimismo absolutos. Empezaron a considerar que el Ser Humano no tenía trascendencia, que si Dios existía nos había abandonado miserablemente. Por ello se hizo común en los círculos artísticos de esa época la idea de que el solo hecho de nacer era una absoluta tragedia. Tal es el caso de Baudelaire, Kafka o Rimbaud, entre tantos otros, y por ello pusieron su arte y su sentido de la libertad al servicio de utopías que despreciaran la realidad, con la esperanza de cambiar todo desde cero, a pesar del costo humano que eso traería, pues para ellos esa apuesta era mejor que el mundo del capitalismo y el trabajo.

Ya con el bolchevismo del siglo XX entramos a conocer a los Neruda, Galeano y García Márquez, una casta artística de absoluto egoísmo, que creían que la libertad de la que hacían gala era exclusiva de la vanguardia socialista a la que ellos mismos pertenecían, una casta que estaba destinada por la historia a cambiar el mundo, y por ello los trabajadores solo serían libres obedeciendo a los iluminados socialistas que dirigían el proceso. Este bolchevismo mental dejó como legado la idea de que la vida del artista revolucionario debe ser gratificada económicamente por el aparato revolucionario, es decir, la gratuidad de la vida como recompensa de sus servicios a la revolución.

Finalmente, con los surrealistas, dadaístas, existencialistas y situacionistas (pensemos en Breton, Bataille, Camus o Debord) -todos ellos de tendencias anarquistas que se empiezan a poner de moda desde los años 40s para transformarse en tribus urbanas (movimientos hippie, punk, etc.)-, vuelve a reflotar el pesimismo, debido al fracaso del bolchevismo, por eso para ellos la libertad se transforma en sabotaje, usar el arte como boicot. De ahí aparecerá con cada vez más fuerza un arte perverso, cuya misión es destruir los cánones de belleza tradicionales de la sociedad, llevando un mensaje de desesperanza, rabia y angustia, con el fin de que quienes sean conmovidos por ese tipo de arte sean activos en la lucha contra el sistema. Para quienes piensan así, la libertad de emprender económicamente y mejorar en la vida es sinónimo de esclavizarse al dinero, por ello creen que la verdadera libertad debe ser boicotear el trabajo de otros para desestabilizar el capitalismo.

-¿Por qué crees que un filósofo como Baruch Spinoza es importante para la izquierda?

Baruch Spinoza es un autor muy completo y complejo, que merece la mayor atención y cuidado a la hora de analizarlo. Con todo, una de sus tesis más importantes, y por la cual es evidentemente más recordado, es la idea de que se puede comprender racionalmente a Dios como presente en la inmanencia del mundo. Por ende, da un golpe muy fuerte a la idea de un Dios trascendente, tal como lo entiende el Cristianismo. Por ese motivo Spinoza es conocido como un exponente del panteísmo, la idea de que Dios no es una entidad todopoderosa con características propias, sino que se encuentra diseminado en toda la materia que nos rodea.

Por otra parte, el comunismo es profundamente anti-trascendente y por ello considera que el Cristianismo es un obstáculo para la formación de lo que llaman “consciencia de clase”. La cosmovisión comunista afirma que todo es materia, y solo en la materia se resuelven las contradicciones que impiden el igualitarismo social. El comunismo deconstruccionista (posmoderno) es una variante aún más radical del comunismo, y afirma que la realidad es un caos de materia sin sentido emanando desde la nada, por lo cual estaríamos supuestamente perdiendo el tiempo al intentar darle orden.

En términos sencillos, este es el motivo por el cual la filosofía de Spinoza es atractiva para la izquierda más radical, pues encuentran en él una pista de cómo ellos se imaginan el cosmos y la realidad, con la diferencia de que a esa emanación caótica de materia no la llaman Dios, sino que la consideran un sin sentido por el cual no vale la pena detenerse a reflexionar. Por eso son ametafísicos, porque postulan una inmanencia absolutamente radical, donde la misma pregunta por el Ser y la realidad se ha convertido en una pregunta indeseable e innecesaria.

 

-Los debates modernos hacían referencia a la verdad y a la realidad, a la razón y a la experiencia, a la libertad y a la igualdad, a la justicia y a la paz, la belleza y al progreso. Sin embargo, en el andamiaje posmoderno esos conceptos se emplean entre comillas. Muy extraño y sospechoso. Por eso muchos hablan de que la “verdad” es un mito. La “razón” es una construcción eurocéntrica del hombre blanco, la “igualdad” es una máscara de la opresión, mientras que la “paz” y el “progreso” van acompañados con cínicos y exasperantes recordatorios de poder o con explícitos ataques ad hominem. ¿Qué explicación tendría ello?

El posmodernismo, que también podemos entender como deconstrucción, sostiene que la realidad es caótica y paradójica, por eso combaten el esencialismo, es decir, la tendencia tradicional del hombre occidental de entender que las cosas del mundo tienen una esencia. Por eso es que en el arte deconstruccionista empezaron por ejemplo a usar retretes como sombreros o frutas pegadas en una pared como artículos decorativos, pues lo que hacen es comunicar a la sociedad que ellos no creen que las cosas tengan un significado.

El deconstruccionismo abre el camino a entender el comunismo de una forma nueva respecto del marxismo clásico, y por ello es que, en vez de usar partidos de vanguardia lo que hacen es exacerbar las marginalidades de la sociedad para que el orden social y económico pierda su significado, lo que buscan es pervertir a la ciudadanía para que mediante actos autodestructivos y corrosivos sabotee el sistema. Para el deconstruccionismo es clave tener a la juventud ocupada en el consumo de drogas y el culto a la indigencia y la criminalidad para poder avanzar en sus propósitos de establecer un mundo en que el comunismo es caos absoluto.

Como su cosmovisión es ametafísica, consideran el uso de la razón como un sinsentido, por ende, no tiene ninguna validez para ellos el debate de ideas, sino que lo que importa es imponer el poder por las buenas y por las malas. Así como el bolchevismo lo hacía por las armas, el deconstruccionismo opta por la perversión de la sociedad, la manipulación psicopática de las masas a través de los medios de comunicación y la censura. La diferencia es que mientras el antiguo bolchevismo o marxismo clásico centralizaba la violencia y la censura, el deconstruccionismo busca que sea la misma sociedad la que se auto-violente y auto-censure. Es decir, si usted por decir la verdad es declarado un “fascista”, en sociedades socialistas de viejo cuño vendrán agentes del Estado a encarcelarlo, pero en sociedades deconstruidas, llegarán hinchas de una barra brava a quemarle la casa.

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