El hecho de lanzarse contra los suyos pudo costarle la vida al poeta Vicente Huidobro en 1925. Pero de víctima, pronto pasó a la categoría de héroe popular.
Cuando partió diciendo que se postulaba a la Presidencia de la República, casi nadie lo tomó en cuenta. Parecía otra travesura más del Loco Huidobro.
Sin embargo, meses más tarde, los diarios traían la noticia:
-Vicente Huidobro, uno de los más altos y mejores poetas chilenos, es condecorado con la Cruz de Guerra.
Quiso ver la guerra cuando esta moría en los campos de gloria de la antigua Europa. Antes estuvo en España y ahora era nada menos que capitán del Ejército francés y había sido condecorado.
La información proseguía:
-En Chile fue incluso candidato a la Presidencia de la República…en una campaña que no le dio muchos votos, pero que lo convirtió casi en un héroe popular.
A sabiendas que no tenía posibilidades de ganar, su discurso fue duro, cáustico y dijo lo políticamente incorrecto, eso que no daba votos pero lo hacía más respetado:
-Los políticos chilenos se cotizan como las papas.
Pero no le bastaba y siempre iba por más:
-En nuestro país escasea el político creador y abunda el hablador, el hombrecito preocupado de hacer y deshacer intrigas, combinas, alianzas y contraalianzas de grupos y contragrupos..
Hijo de familia aristocrática y adinerada, el poeta Vicente Huidobro, uno de los más talentosos valores de la literatura chilena, se había dado a conocer a los 17 años al publicar en 1910 su primer libro de poemas, Ecos del Alma.
Solía firmar como “poeta francés nacido en Santiago de Chile”.
Huidobro era antisistémico, incitador, impertinente, apasionado, genial y arbitrario.
Sus opiniones, tajantes y mordaces, le generaron odiosidades, exaltaciones y polémicas, como cuando afirmó que “un poeta debe decir aquellas cosas que nunca se dirían de él”.
El ambiente literario nacional le quedó estrecho y se fue a París con el ánimo de aprender y publicar. Allá se hizo amigo de intelectuales de fuste y hasta el mismísimo Picasso hizo su retrato, el año 1921.
Su regreso a Chile no pasó inadvertido.
En agosto de 1925 la trifulca política había llegado a su máxima expresión. Luego de sucesivos golpes de Estado, el presidente Arturo Alessandri nombró a un Ministro del Interior, firmó su segunda y última renuncia, y se fue tranquilamente a casa de su hijo Arturo, cuando aún le restaban casi tres meses para cumplir su mandato.
El ambiente preelectoral tomó cuerpo y más de cinco candidatos presidenciales se lanzaron a la palestra.
Vicente Huidobro, un apasionado eterno, siempre combativo, no podía estar ajeno a este febril acontecer nacional, y es así como en pleno fragor de la lucha sacó a la calle su combativo periódico “Acción”, con un propósito muy claro.
-“Este diario es libre…”, proclamó en su primer editorial, en una clara alusión y ataque contra la oligarquía de su ilustre apellido.
-“Es el diario de los chilenos para servir a Chile. El diario de todos los hombres sanos de este país, de todos los que están hastiados del desorden y del ladronaje exagerado de los últimos veinte años de la vida política en Chile”.
Cinco días después lanzó un nuevo artículo con una lista acusatoria de los excesos, privilegios y sinecuras de la política criolla.
La respuesta no se hizo esperar.
Esa misma noche, y ante las puertas de su casa, una fenomenal paliza propinada por un grupo de desconocidos, lo dejó casi agónico.
Era la respuesta cobarde de quienes no tenían más argumentos que la pachotada y la fuerza bruta.
Una vez recuperado, el poeta volvió al ataque, esta vez convertido casi en héroe popular, respaldado por quienes solidarizaban con esta víctima del matonaje.
No cabía otra cosa, intuyó Huidobro, que lanzarse a una empresa de mayor envergadura: ser candidato, nada menos que a la Presidencia de la República.
Y allí se embarcó junto a prominentes hombres que habían hecho de la política su profesión. No tenía ninguna posibilidad de salir victorioso. Y aunque su candidatura fue breve, no estuvo exenta del pintoresquismo.
Algunos de sus amigos más cercanos no sabían a ciencia cierta si esta candidatura fue en serio, o no pasó más allá de su una pilatunada de Huidobro. El hecho es que en alguna parte quedó anotado que su proclamación la hizo sobre un cajón por allá por la populosa calle San Diego o Arturo Prat, en donde prometió, entre otras cosas, eliminar las construcciones del Cerro Santa Lucía, por antiestéticas.
Sin duda, fue un anti candidato. Dijo lo que otros no se atrevían a denunciar y su proclama tenía más de denuncia profunda que el mero slogan consignista destinado a captar votos:
-Frente a la antigua oligarquía chilena, que cometió muchos errores, pero que no se vendía, se levanta hoy una nueva aristocracia de la banca, sin patriotismo, que todo lo cotiza en pesos y para la cual la política vale tanto cuanto sonante pueda sacarse de ella.
Y proseguía más adelante:
-La mayoría de nuestros políticos actúan en la mediocridad, con mediocridad y para la mediocridad, y están satisfechos así porque ellos son la mediocridad. El político creador siempre ha sido aplastado en nuestras tierras por el político charlatán. Uno actúa con el cerebro, el otro, con la laringe…”
De más está decir que su lenguaje deshuesado y sin afeites cayó de muy mala manera en la clase política. Afortunadamente para ellos, Huidobro no era de concentraciones o proclamaciones masivas. A sabiendas de que su candidatura era más que nada testimonial, prefería reunirse en pequeños grupos y comenzar a retratar a cada uno de los políticos de la época, a los que consideraba discretos en el plano intelectual, y muy dados a reposar en la molicie de una inercia exasperante.