Fantasmas políticos del poder para gobernar ESCRIBE: Juan José Jeréz (Abogado)

Resulta curioso como los extremos políticos convocan fantasmas cuando la ciudadanía recobrando el sentido común y la sensatez deja de creerles.

Esto ocurre, cuando la demagogia se les ve como su práctica inveterada, porque ha sido erradicada por la realidad.

El FASCISMO surge por arte de magia cuando la izquierda sufre la pérdida del electorado, cuyo principal artífice del conjuro es el PC que denuncia su malignidad, pues, llega al extremo de convertir a parte del proletariado, en fachos pobres.

Arma una verdadera batahola de temor, atizando el miedo por el retroceso del progreso y las conquistas sociales.

Recientemente llamo a una política de masas que disimula la rebelión “popular”.

Por otro lado, el POPULISMO asoma cuando los imperativos de la economía son superados por la política.

Acá es la derecha quien sufre a nombre del mercado, elevando el derecho de propiedad a nivel sacrosanto porque se detendrá el “crecimiento”, aunque no conlleve el desarrollo con carácter soberano.
Ambos únicos bordes del supuesto espectro posible de la POLÍTICA, alimentan el temor desatado en la opinión pública y llevan de modo semejante sus campañas acentuando su virulencia al fin de evitar la fuga de los votos.

Tanto uno como el otro polo,  descalifican el “desvío del elector”, cuando ya no les cree.

El PC en su ambiente interno, los llama desviacionistas, oportunistas, revolucionarios infantiles, y luego de expulsar a quien osa desafiar el centralismo democrático, sobreviene el frío silencio y hasta la persecución y la funa.

En su afán de dominio, defienden a brazo partido la unidad, que solo les permite crecer a costa de los socios de ruta, que al pasar el tiempo son tontos útiles.

Jamás ha practicado primarias abiertas para erigir su dirigencia, primando el secretismo en sus decisiones internas, que sólo son resumidas para ser llevadas a la práctica.

La derecha denosta como nacionalista a quien promueve una política económica autocentrada en los intereses de largo aliento del país, optando por intensificar valor agregado para robustecer y ampliar la industria y la manufactura. Es un gasfiter aquel que apartándose del monetarismo postula fórmulas económicas diversas, donde el quehacer productivo no se agota en el individualismo, como lo prueba el cooperativismo por ejemplo, que ha sido estrangulado en Chile usando de la política tributaria.

Instala el dogma de la intrínseca incapacidad del Estado para sumir la actividad económica, sacando a cuento el déficit de las empresas públicas en tiempos pasados, pero, silenciando la gravitación que cupo a los partidos en ello, que las tomaban a saco para inundarlas con sus militantes, muchos sin merito alguno.

Derecha e izquierda son recíprocos espejismos para que los pueblos pierdan la libertad de optar, imponiéndose la servidumbre del Estado o bien del mercado, desregulado en lo posible.

Con tal huero dilema, queda políticamente huérfana la comunidad nacional, considerada para algunos la sociedad civil, cuyos fueros por libertad y autonomía les son arrebatados por la demagogia de quienes regentan el poder.

Mediante la división perpetua los extremos se alimentan mutuamente instalando el falso espectáculo de la democracia, que no es otra cosa que la partidocracia, única responsable que al cabo de 50 años CHILE esté repitiendo una crisis por falta de real gobernabilidad, léase, ejercicio cabal, efectivo y oportuno del principio de AUTORIDAD, que en nada se asemeja a la onunista  “gobernanza” siútica expresión que oímos en tiempos nuevos.

POR CHILE ETERNO

 

 

 

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