El brillante Geriatra despeja aquí muchas nociones y convencionalismos en lo atingente a la llamada tercera y cuarta edad
Claudio Lermanda Soto es Geriatra, profesor asistente de la Facultad de Medicina, Universidad Católica de la Santísima Concepción.
Nacido en Angol, es Médico Cirujano y diplomado en Geriatría y Gerontología por la Universidad de Concepción, diplomado en Teología y Magister en Educación Superior con Mención en Pedagogía Universitaria por la Universidad Católica de la Santísima Concepción. Además, es diplomado en Formación de Formadores por la OPS, Profesor Asistente de Medicina, Facultad de Medicina, Universidad Católica de la Santísima Concepción y Médico Staff de la Unidad de Paciente Crítico Adulto del Hospital Clínico Herminda Martín de Chillán.
En paralelo, debo decir que se trata de un médico al que le sobra Hombritud, como decía el viejo Unamuno. Dicho en lenguaje vernacular y sin afeites, es de “aquellos médicos a la antigua”, que trata al paciente en un sentido amplio, abarcativo, más allá de la mera sintomatología que presenta.
Lo conozco desde hace años y puedo decir que Lermanda es un médico en eterno estado de vigilia.
Sin pretender lacerar su humildad, agregaría que se trata de un profesional con jinetas intelectuales escasas en la mayoría de las profesiones. A su erudición en los temas inherentes a la medicina, agrega una ilustración elevada, la que expresa con oratoria simple, ajena a los masturbatorios círculos académicos.
Aborrece de la parálisis creativa, se solaza escuchando buena música, jugando ajedrez… y es un gran aficionado a la pintura.
Vamos con la nota…
–¿A quién se considera una persona mayor?
-Esta pregunta entraña una cierta ambigüedad, porque habitualmente se considera que el grupo etáreo de los adultos mayores se inicia con la jubilación, cuya edad varía en diferentes países, en nuestro caso sería desde los 60 años la mujer y desde los 65 años el varón. Pero la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda que se consideren personas mayores desde los 60 años, sin distinción de sexo. Por otra parte, existe el criterio clínico de considerar personas mayores aquellas que cumplen los criterios de envejecimiento como proceso natural o fisiológico, y frecuencia mayor de patologías propias de este colectivo, lo que suele denominarse los grandes Síndromes Geriátricos. Finalmente, el propio término es ambiguo en cuanto no está plenamente consensuado ya que algunos hablan de tercera (y aún cuarta) edad, adultos mayores, personas mayores, o simplemente viejos, sin connotación peyorativa, lo que a veces en esta cultura y era de cancelación (el derecho a censurarte si no piensas como yo) e hipersensibilidad semántica (el temor a llamar las cosas por su nombre y usar en cambio eufemismos) puede tener cierta importancia. Al fin del día, Jorge, es persona mayor quien se considera tal.
EL ETERNO ACERTIJO
-Uno es tan joven o viejo como tenga ganas de imaginar que es…¿qué opinas de esta especie de apotegma?
-Creo que hay varias edades: cronológica -lo que dice el calendario-, biológica, psicológica, financiera, social y así. Me parece que efectivamente cada persona puede y debe asumir la edad que su cuerpo le dice que tiene, sin abandonar las actitudes, creencias y emociones que su mente les ofrece. Hay muchos viejos que se sienten niños, y eso está muy bien, pero también vemos personas jóvenes que piensan, sienten y se comportan como viejos. Tiene mucho que ver con la personalidad y las experiencias de vida de cada quien.
–¿Qué es la valoración geriátrica exhaustiva?
-Esto es un término técnico que es necesario precisar: se habla de valoración o evaluación geriátrica integral, más que exhaustiva que implica agotar las posibilidades de búsqueda, cosa que en Medicina nunca ocurre porque cada ser humano tiene un devenir único. Alguien dijo que “cada ser humano es único porque cada ser humano es una excepción”. Esto tiene que ver con algo más profundo, que es la postura filosófica de que sólo existen realidades individuales en el mundo, la “sociedad” es una construcción abstracta, un ente ideal, no real. Es la postura objetivista de Ayn Rand, que calza muy bien con los descubrimientos de la moderna Neurociencia y del Círculo de Viena, el empirismo lógico. Esa valoración es una historia clínica extensa que busca establecer básicamente la condición o estado funcional de la persona mayor en las dimensiones física, psíquica, social y espiritual para hacer un diagnóstico funcional (cual es mi capacidad de funcionar en el mundo: básica, instrumental, avanzada) y establecer un plan de manejo integral (qué voy a hacer o recomendar en esta persona mayor en cada una de esas dimensiones o esferas de la vida). Aquí el rol del Geriatra es esencial porque conserva una mirada holística, de conjunto sobre la persona, porque somos un todo. Esa es la diferencia esencial con los especialistas de otras áreas, que como tales, circunscriben su mirada al ámbito de su especialidad. En chileno castizo: “van a la presa”.
-¿Es normal perder la memoria cuando se envejece?
-En el envejecimiento es considerado normal lo que se denomina “olvido senil benigno”, que es una pérdida transitoria y consciente de memoria. Me explico: es normal y habitual preguntarse “¿dónde dejé los lentes?” (aunque se los tenga puestos); es anormal preguntarse “yo, ¿uso lentes?”. La pérdida de memoria considerada patológica es persistente, no consciente y suele afectar inicialmente la memoria reciente, esto es, la capacidad de retención.
-Uno es tan joven o viejo como quiera imaginar, ya que en palabras de Buda, “somos lo que pensamos”. ¿Qué te sugiere la frase?
-Me sugiere muchas cosas porque no hay que olvidar que el budismo es una forma de panteísmo, que finalmente postula que no existimos como seres individuales, sino como parte de un todo cósmico integrado en permanente reciclaje a través de las reencarnaciones. Ahora bien, yo invertiría la frase y admitiría que más bien “pensamos lo que somos”, es decir, creamos realidad con nuestra conducta, acciones y palabras. Creo, con Heidegger, que somos tiempo, el ser es el tiempo y su sentido está orientado a la muerte a través de una existencia determinada por la “necesidad” de sobrevivencia individual y como especie, a través de la alimentación que nos da energía y del sexo que nos permite reproducirnos. Esos son los “drive” de la vida biológica.
PRECISANDO CONCEPTOS
-Vivimos una época en que confundimos el envejecimiento –que es un proceso- con la vejez, que es un estado. Debiéramos tener claro que la vejez extendida es una patología del envejecimiento.
-Hay que hacer precisiones. El envejecimiento es un proceso fisiológico, “natural”, con ciertas características consideradas habituales como ser universal, deletéreo, progresivo, irreversible, heterogéneo e individual. La vejez es el estado resultante de dicho proceso. Lo que se debe distinguir es el envejecimiento o vejez como proceso fisiológico, de la patología, y sobre todo de la patología más frecuente en la vejez. Usted, amigo mío, que rezuma y retoza un fino humor, quizás lo entienda mejor con un viejo chiste (algo fome) pero que representa bien lo que digo: “Un viejo va al Geriatra porque le duele la rodilla izquierda. El médico le dice: ‘No se preocupe, es la vejez’. Y el viejo: ‘Pero doctor, mi rodilla derecha tiene la misma edad y no me duele’”. El peligro es confundir envejecimiento con enfermedad, porque se genera iatrogenia, y, peor aún, enfermedad con envejecimiento, porque puede ser fatal.
-En la época de nuestros abuelos la expectativa de vida era de 55 años, aproximadamente. A los 50 años la abuela se ponía una mantilla negra, pensaba como vieja, actuaba como vieja y hasta sentía como vieja. Su biología se adaptaba a ese esté y cinco años después se moría…de vieja.
-Así es, y yo lo viví también. Esto remite a su pregunta anterior “somos lo que pensamos” y “pensamos (creamos) cómo somos”. El progreso científico y tecnológico ha permitido que la gente viva más años, eso ha permitido que la gente trabaje, comparta y esté activa más años. Por tanto, la que se sentía y actuaba como vieja a los 50 años, hoy lo hace pasados los 80. La esperanza de vida prolongada actual (84 años la mujer, 80 el hombre) ha cambiado esa actitud y su percepción, pero como dice el viejo y sabio dicho “la gente se sigue muriendo cuando tiene que morirse”, o su variante, “nadie se muere la víspera”. Lo importante es cómo te sientes, es decir, cómo es tu calidad de vida. Y esto no siempre (más bien casi nunca) depende de factores médicos (las pensiones, por ejemplo).
-Hoy tenemos derecho a cuestionarnos si a los cincuenta años había un mandato social que ordenaba que se era viejo, y por eso se moría a los 55 años. O si se moría a los 55…y por ello había que comenzar a ser viejo a los cincuenta. ¿Era la estadística la que condicionaba a nuestra abuela? ¿O eran nuestras abuelas las que “fabricaban” la estadística?
-Yo creo que la biología condicionaba la esperanza de vida (45 años en 1930 y te morías de tuberculosis, sífilis e infecciones perinatales) y las personas “cumplían” con esa estadística, salvo honrosas excepciones. ¿Quiénes se salvaban y duraban más?: Los que tenían más educación (para el autocuidado y prevención) y más dinero (para acceder a las prestaciones sanitarias). Bueno, esto no ha cambiado mucho.
¿SOMOS LO QUE PENSAMOS?
-¿De qué manera el pensamiento y el sentimiento pueden afectan el ritmo de envejecimiento?
-Esta pregunta excede largamente el ámbito de la Geriatría e incluso de la Medicina. Yo pienso que cómo pensamos y sentimos, es decir, cómo asumimos nuestra vida, es determinante de todo, incluyendo cuánto vas a vivir, pero sobre todo cómo vas a vivir. Hay hábitos muy nocivos que obviamente limitan la duración y calidad de vida, como el sedentarismo, dieta y obesidad, alcohol, tabaco, drogas. Desgraciadamente el ser humano, como todo animal, sólo aprende por experiencia propia o en forma vicaria. El relato, consejo o experiencia de terceros no le sirve, cada quien debe vivir su vida y hacerse responsable de ella.