De mano del ideal Ciudadano nacimos como República autónoma, libre e independiente.
Quienes forjaron a Chile en esta larga y estrecha franja continental austral, nos hicieron súbditos del ideal político republicano desde entonces.
Fue así, como todo quien pisase nuestro suelo, quedaba libre. Así de claro.
Progresivamente, el fuero ciudadano se hizo más extenso y profundo. La condición de elector se amplió rebajando la edad; el voto se hizo posible a las mujeres; se robusteció el desarrollo social, al liberar de trabas el derecho de asociación, facilitando todo emprendimiento, cultural, económico, social. Nacieron otras universidades nacionales y regionales, centros de formación técnica y profesional, innumerables empresas, y orquestas juveniles aquí y acullá.
No por otra cosa, al amparo del espíritu de nacionalidad convocante, Chile afrontó dos contiendas bélicas. Por ello, hemos sido respetado por nuestros vecinos, que no han traspasado fronteras. Por tal razón, la mortalidad infantil es un recuerdo lejano junto al analfabetismo.
Las mejoras de vida poco a poco fueron llegando a todos los sectores, tanto rurales como urbanos, siendo permanente el ánimo por apurar el paso en favor de los más desposeídos.
En el afán por profundizar la Ciudadanía, nadie se quedaba atrás, porque al margen de los credos, las doctrinas y las ideologías, abrazaba en solo haz, la bandera, el escudo y nuestra canción nacional. La historia cotidianamente hacia presente en las plazas públicas a nuestros antepasados, a lo largo y ancho de nuestro paisaje que nos llena de orgullo.
El pletórico ideal integrador que la ciudadanía hacía germinar, con altos y bajos, sin prisa y carente de pausa, gobierno tras gobierno avanzaba.
En la concepción de un nuevo texto constitucional, se ha renunciado al concepto esencial de Ciudadanía que hizo de Chile lo que hasta la fecha ha sido, y del cual, no hay (habido) conciencia real de su sentido y alcance, desde que, la instrucción cívica y las nociones de historia dejaron de ser de interés en las aulas. ¡¡¡ Vaya insensatez más grande!!!
Hoy por hoy, la Ciudadanía se está destruyendo, con alzar fronteras étnicas, de género y, en fin, para qué seguir. Se fomentan obstáculos de cualquier otra índole, a gusto del consumidor, instalándose un espectáculo liberticida que no trepida en socavar hasta el lenguaje.
Todo lo imaginable, es deseable y posible, sin interrogar los fueros de la verdad, la naturaleza, la lógica ni del sentido común.
La Ciudadanía hoy en retirada, que tendía a situar a los chilenos en crecientes condiciones de mejoramiento, posibilitaba el ascenso a todos, apartando de modo progresivo aquellas barreras que en todo cuerpo social por una u otra razón existen. El vivir, es una constante superación.
El proyecto de texto constitucional, si bien aún en borrador, no solo deforma el pasado, sino que destruye los valores del presente y pretende condicionar las mentes y el sentido común de nuestro futuro.
Debe ser reprobado, porque sus normas esenciales demuelen las bases de la nacionalidad e identidad histórica de Chile, constituyendo un claro atentado a la soberanía territorial.
DESAPRUEBO, porque el pilar basal de nuestra institucionalidad republicana que nos brindó un lugar de respeto en el concierto de las naciones, la Ciudadanía, está en proceso de demolición.
Sin embargo, no basta con el rechazo, es preciso, además, combatir sin cuartel las nuevas fuerzas ideológicas que capturaron la Convención Constitucional, que con clara aspiración hegemónica pretenden tener el desiderátum sobre nuestras vidas, y cuyas consecuencias ya apreciamos en la actividad de grupos juveniles que linda con el delito en sus propios establecimientos de formación.