ANGOL: antes y durante Abasolo ESCRIBE: André Jouffé Louis

En un pasado lejano, Angol tenía un sinónimo: Larraguibel. Record mundial de salto alto a caballo, imbatible hasta hoy.

Luego, rememoras leves, como si quisiera enterrarlas Enrique Lafourcade y su niñez en esta ciudad histórica. Después, estaría orgulloso.

De pronto en los años ochenta apareció Jorge Abasolo Aravena, un periodista para quien Chile queda pequeño, es mi modesta opinión y aunque se le caigan los escasos cabellos que sustenta con esfuerzo y esmero.

Y eso que tiene pareja estilista, la encantadora Nené.

Esta amistad fue forjando una reacción cultural que se traduce en una charla en la antigua biblioteca y luego una visita para conocer-incluso alojar en su hogar- del inolvidable Fito Gallego. Un talento irresponsable de mantener una joya histórica en inmueble de madera, expuesta a incendios -que los hubo- e incluso a ser acusado de mantener armas, fabricadas en los años de los westerns. Pero, tenían que ser inscritas. Un prócer de la historia de Angol.

Luego las visitas con el decano de derecho de la Universidad San Sebastián y un profesor belga, para dictar charlas y visitar los lugares de interés para Armando Cartes Montory el decano en cuestión actualmente miembro de la Academia Chilena dela Historia. Incluso rumbo a Cañete pasamos por Angol pues en febrero se realizan las “Garciliadas” en Cañete con intervenciones de historiadores como Villalobos y el propio Cartes.

Asistí a lanzamiento de libros en los actuales tiempos de Cecil Brown y anteriormente a la casa de un célebre pianista NOMBRE del nazi.

En lo emocional, una siesta en casa de Pepe Cortés hombre cordial, afable, a a la antigua con mayordomo y todo y una colección de reliquias como auto y artefactos de comienzos del siglo XX. La siesta tuvo lugar en el dormitorio de Pepe, cuyo cielo es de vidrio. La sensación de ver como caen las hojas es singular, especial sobrecogedora y bella especialmente si van acompañados de un gotear intermitente de una ligera lluvia.

Conocí mucha gente, todas abiertas y generosas; un comercio árabe a la antigua que se resiste a desaparecer.

La última visita a Angol hace dos años, fue un poco más triste. Pre pandemia, la agitación social llegaba a ultranza, los negocios cerrados paredes destruidas, muros rayados.

Luego la violencia a pocos kilómetros, la incertidumbre si poder o no, viajar a Temuco que es cotidiano en los habitantes de Angol.

De todas formas ha crecido, se han levantado viviendas sociales a pocos kilómetros del centro y las empanadas siguen deliciosas como las que pasábamos a retirar con Pepe Cortés.

Angol, llegada a las seis dela mañana, nublado y llovizna; casi Europa. Angol en día de sol, un paraíso.

Mientras tanto, escritores como Jorge Abásolo tratan de atraer colegas hacia su ciudad adoptiva, pues nació en Talca. Quizás una gran feria del libro cuando nos abandonen los virus, las viruelas simias, la violencia generalizada.

Angol, un salto como el de Larraguibel, hacia la esperanza.

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