El artista trasandino falleció el pasado domingo 27 de marzo, luego de permanecer internado por 22 días a causa de una descompensación.
El actor y director teatral Enrique Pinti, uno de los grandes iconos del humor argentino, falleció a los 82 años de edad, dejando tras de sí una trayectoria de más de seis décadas sobre los escenarios.
“Elegimos despedir a Enrique Pinti -enorme referente de esta casa teatral- recordando su última marquesina. Finalmente su salud no le permitió concretar el “Muy pronto” anunciado. Sin dudas, Enrique protagoniza hoy uno de los momentos más tristes de la historia del teatro argentino”, informó el Comafi a través de su perfil de Twitter.
Según medios locales, el actor se encontraba internado en el Sanatorio Otamendi de la capital argentina desde el pasado 5 de marzo, en donde falleció días más tarde tras sufrir un paro cardíaco.
La noticia de su muerte provocó multitud de reacciones en redes sociales, con centenares de personas despidiendo con afecto y nostalgia al artista porteño.
“Con mucha tristeza, hoy nos toca despedir a uno de los últimos capocómicos de nuestro país. De una inteligencia y un humor excepcionales, Enrique Pinti recorrió los teatros del país y del mundo regalándonos su arte”, señaló, por su parte, el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta.
Enrique Pinti junto a El Labrador (Jorge Abasolo)
Enrique Pinti junto a nuestro medio: “Desde joven
tuve la certeza de que iba a ser actor”
El humor satírico
Nacido el 7 de octubre de 1939 en Buenos Aires, Enrique Alejandro Pinti marcó a varias generaciones de argentinos gracias a su excepcional sentido del humor, que empleaba para reflexionar sobre la actualidad política, social y mundial del momento.
Mordaz y satírico como pocos, Pinti desarrolló una exitosa carrera en el mundo del teatro, el cine, la televisión, la radio, la música e incluso la literatura, con más de una decena de libros publicados
Uno de sus mayores éxitos, en este sentido, fue “Salsa criolla” (1985), un espectáculo que se mantuvo más de diez años en cartel y en el que interpretó a diferentes personajes de la historia argentina y mundial.
MI ULTIMO ENCUENTRO CON EL
Fue en el propio Buenos Aires a la salida de una exitosa presentación en el Teatro Maipo que pude abordarlo. Se acordaba de mí, pues habíamos hecho otros dos reportajes en Santiago de Chile. Siempre cordial y con la risa a flor de labios –a despecho de su cansancio luego de la actuación – nos fuimos a un Café para charlar de todo. La entrevista fue muy extensa, y sólo recordaré los que a mi juicio fueron los momentos estelares, parodiando a Stefan Zweig.
“Los actores nos parecemos a los médicos: curamos enfermedades del alma”
-¿Conoce a algún humorista chileno?
-Pocos. Tan sólo a Coco Legrand y a Cristián García-Hudobro. Legrand ha venido varias veces a Buenos Aires y hace un par de años me invitaron a un estelar de televisión allá en Santiago y me correspondió compartir el escenario con él. Es un gran tipo y un gran comediante.
-¿Qué es la actuación para usted?
-Ha sido mi vida. Desde muy joven yo tuve la certeza de que iba a ser actor, y lo sigo siendo a pesar de la difícil etapa que pasa el Teatro en mi país. La cosa en mi país pasa por una etapa seria, muy jodida. A esta carrera de actor la toman tantos los audaces, tanto los que se dicen actores, que finalmente los que nos sentimos actores por vocación, los que realmente la queremos…tenemos que empezar a sacarles la careta a los pelotudos que hacen una producción y no saben para qué carajo están.
Yo sé que es muy difícil este trabajo. Y sé que no tengo un cargo que cumplir dentro de un elenco, como tienen otros.
Pero yo también era un actor como cualquiera que tenía que hacer lo que me daban. Hasta que un día dije:-“No, no hago más lo que me dan. Lo que me dan es una porquería”. Pero yo tuve la posibilidad de poder inventarme un espacio, y de eso tengo derecho a sentirme plenamente orgulloso. Puedo escribir y armar una obra. Yo me la escribo, me la vendo y me la dirijo. Digo lo que se me da la gana y encima gano un montón de guita. Hay gente que tiene que seguir haciendo un libreto de porquería que le dan porque no tiene posibilidades de armar otro y se ve obligada a trabajar para morfar. Claro, ustedes verán que morfar he morfado toda mi vida. Por eso creo que se pueden contemporizar las cosas. ¡Pero tienen que romperse el alma! La plata le hace falta a todo el mundo. Ahora, comer es una cosa…y cambiar el auto ya es otra. Comprarse un lindo departamento como inversión, es otra. Esta es una profesión que requiere otro tipo de cuestiones. Nadie nos obliga a sentirnos actores. Al contrario, uno puede ser médico, abogado o cualquier otra cosa. Y por ahí, aunque no haga nada, nadie lo jode. Pero, ¿quién quiere que uno sea actor? ¿Quién cuenta con el apoyo de los familiares o amigos? Pocos, muy pocos. Así que esta es una profesión de luchadores, de gente que la agarra –se supone- por vocación absoluta. Además, los actores nos parecemos un poco a los médicos: curamos enfermedades. Sobre todo, las del alma. Las curamos con la risa, con la lágrima, con la expresión, con el pensamiento…
-Pero la Argentina es un país culto…
-No sé hasta qué punto. Veo una cultura muy mezquina y sesgada. La gente de la izquierda cree que la cultura es la revolución. Y lo que no sea revolución no es cultura para ellos. Ellos no van al Colón. Ellos se disfrazan de pobres. Van a una peña de mierda, a un bar del carajo y, según como tengan la cabeza inundada –por el estiércol de Pekín, la mierda de La Habana o la mierda del Kremlin- ellos dicen: “Esto no es cultura. Esto no ayuda al pueblo. Esto es pasatista. Esto es frívolo. Esto es positivo. Esto es negativo”. Mientras tanto, la cultura se le ríe a esta manga de pelotudos porque mal que les pese, la cultura es todo lo que el pueblo produce en todos sus estratos. Todo.
Si no les gusta la cultura de su época, luchen por modificarla, pero no la nieguen. Si existe Mauro Viale y tiene el éxito que tiene, existe porque hay argentinos que lo ven y hay argentinos que van a su programa. Son argentinos, no marcianos. Por lo tanto, eso es cultura, y es culpa y responsabilidad de todos.
-Luego, ¿es usted un revisionista de la cultura?
-Puede ser. Lo que pasa es que no me trago el cuento de la cultura de aquellos que la definen con límites muy estrechos. A la cultura de nuestro país la definen las minorías: la gente de derecha o la gente de izquierda.
Acá la cultura será siempre un bien restringido a las clases altas. La cultura me parece un dinosaurio muerto, solemne, patriótico, generalmente hinchado y de buenas intenciones. Que no jode ni molesta.
Para la gente de derecha, la cultura tiene que ser una cosa muerta:la música clásica, el ballet clásico, el concierto sinfónico, la música folclórica, el salón literario, las grandes poesías y los grandes poemas aceptados por toda la humanidad. Tiene que ser el pelotazo, el aburrimiento, lo que no tenga ningún tipo de agresión ni mueva el piso. Ninguna grosería, ninguna guarangada que tenga sexo, ni nada que tenga que ver con el sexo…Al menos que el sexo ya esté muerto y no genere ningún problema. Por ejemplo, la Maja Desnuda. Es una obra de arte de la cultura universal. Es una mujer desnuda que pintó Goya con todas las de la ley.
-En su último espectáculo usted formula una ácida crítica a su país…
-Lo hago siempre y como una forma de ayudar, no de destruir. En tiempos de mi generación era fácil engrupir a los de nuestra camada. Y la razón es que el país entonces, cuando los que ahora pasamos los cincuenta éramos jóvenes, era un país absolutamente rico. Entre otras cosas, también nos hicieron creer que la tranquilidad económica era sinónimo de tranquilidad social. ¡Y no era así! Todos los grandes imperios del mundo primero fueron muy opulentos. Y en el colmo de la opulencia empezaron a venirse abajo. Le pasó a Roma, le pasó a Egipto, a Grecia, a todo el mundo. ¿Por qué entonces no nos iba a pasar a nosotros?
-Y su generación, ¿no reaccionó?
-Las reacciones que tuvo mi generación fueron reacciones suicidas, asesinas, pelotudas. Fueron las causantes de todo el drama que tenemos hoy en día en la Argentina. ¡Pero claro! ¿De dónde íbamos a sacar una realidad? ¿De aquellas pelotudas nuestras? ¿De aquel forro de profesor que nos decía:”Vives en el granero del mundo, tierra de paz;la Argentina lo tiene todo. Desde las nieves eternas de los imponentes Andes hasta la furia tropical de las cataratas del Iguazú, pasando por la pampa ubérrima en donde todas las razas del mundo retozan en alegre crisol. Todas las razas, sí. Aquí no hay prejuicios. Todo el mundo es igual a todo el mundo. ¿Sabes por qué? Porque vives en un país maravilloso, libre, occodental y cristiano. Un país maravilloso”. ¿Dónde carajo está ese país, señores? ¿Dónde carajo estaba para mi generación esa sarta de pelotudeces y engañifas?
¡Mi generación es una porquería! Mi generación es un desastre. Y es que cuando nos dimos cuenta de que todo era una reverenda mentira, cuando nos dimos cuenta que no había libertad, no había paz, no había tolerancia…Cuando nos dimos cuenta de que tanto tenías, tanto valías, de que teníamos que disimular como éramos para que el resto de la manada no nos hiciera pebre, de que no se tenía derecho ni siquiera a la identidad personal, sexual…Cuando nos dimos cuenta de que todo era una mentira, que en nuestra tierra la coima se premiaba, que el que robaba una gallina iba preso y quien robaba el país era condecorado…Cuando nos dimos cuenta de que no había valores, no había nada, mientras tuvimos plata, nos quedamos. El día que no tuvimos plata, nos quisimos matar. Cuando descubrió tamaño engaño, una parte de mi generación se fue del país. Otra parte, se metió en la violencia porque pensó que a bombas iba a poder cambiar la sociedad. Y el resto –la mayoría- desgraciadamente nos volvimos estúpidos, forros, indiferentes, especuladores y alcahuetes.
-Harto poco edificante su juicio…
-Es que mi país ha pasado por todas y estamos cabreados de que insistan en meternos el dedo en la boca. ¿Sabe usted cuándo uno cree que puede conocer cómo son realmente las cosas en mi país.
-No…
-Cuando un gobierno está a punto de irse a la mierda. Y los gobiernos de los últimos cincuenta años se han ido todos a la mierda de la misma manera, desprestigiándose. O sea que acá los militares, los peronistas, los radicales, los gobiernos de facto, los gobiernos democráticos, todos, terminaron como el forro.
-Otra de sus críticas lacerantes apunta hacia el individualismo del argentino…
-Ahí no hay nada que hacer. Creo que si un pueblo está unido y está fuerte, es difícil que le tomen el pelo o le falten el respeto. Y si lo hacen, se tienen que romper mucho la cabeza quienes lo logren.
A nosotros los argentinos es fácil hacernos trizas. Somos un pueblo totalmente desunido. Y no solamente desunido sino también sorete y escéptico.
El individualismo es un rasgo humano, pero nosotros lo hemos convertido en una especie de enfermedad patológica.